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DESDE LOS OJOS DEL PROTAGONISTA

Para este ejercicio es necesario ponernos en los zapatos de los personajes de una noticia. Que entretenido fue reescribirla. Entra y mira como me fue.

La noticia trata sobre una investigación realizada en Latinoamérica que analiza los costos de medicamentos que combaten enfermedades como la hepatitis, el cáncer y el VIH y la incapacidad de los individuos para acceder a sus beneficios. Esta incapacidad se debe principalmente a los costos tan elevados de estos productos, que no están al alcance de personas que tienen un salario mínimo. Resumen las consecuencias de esto en dos, la primera las faltas graves a nivel sanitario, porque al no poder acceder a estos medicamentos, más de 2.000 millones de personas deben enfrentarse a los síntomas y dolores de su propia enfermedad. Y en segundo lugar en la propia crisis del sistema de salud mundial que difícilmente se sostiene por causa de los bajos ingresos invertidos por los colombianos en el sistema que entre otras cosas es causado por la falta de ingresos altos y netos.

 

De camino a mi cita odontológica, el cual cubría mi EPS, pensaba en lo afortunada que era por contar con un sistema que cubría una necesidad como el de mis dientes, llegue a sentirme como esas personas que tienen medicina prepagada. Pero obviamente ese no era mi caso, ni mi familia ni yo podíamos costearnos tales precios. Lo dejé en un pensamiento soñador, bonito e inusual para alguien como yo.

Luego de madrugar por culpa del transporte de mi país, logre tomar el bus temprano, para finalmente llegar a mi cita cumplida en la EPS.

Aunque como cualquier niña con trauma, los nervios comenzaron a manifestarse y hacerse presentes, imaginando el dolor que podría sentir cuando me sacaran las temibles muelas del juicio.

- Que bien que no haya gente, espero sea rápido…- dije un poco esperanzada, mientras iba entrando al centro de salud y daba una mirada hacia la sala de espera.

- Buenos días, señorita - refirió la señorita que atendía. – Buenos días, vengo a la cita odontológica con la doctora Alexandra de las 8 am – le respondí mientras miraba mi reloj para verificar la hora. Apenas eran las 7:30 am y la verdad no me había dado cuenta. Mi afán no tenía fundamento, y mi mente ya andaba haciendo de las suyas.

- Como verá, aún queda tiempo para su cita, en este momento la doctora está atendiendo a otro paciente, pero si gusta puede sentarse en la sala de espera – Efectivamente eso fue lo que hice, le agradecí, tomé con firmeza el bolso que cargaba y me senté.

Sin embargo conforme iban pasando los minutos mi cara se empalideció al ver tantos hombres y mujeres que estaban enfermos e iban de un cuarto al otro, como clamando con su mirada un poco de descanso. Eran muertos en vida, como zombies poseídos por las enfermedades que deseaban comer, no cerebros, sino medicinas efectivas. Se notaba en sus caras el desespero por su libertad física y mental.

Dejé de mirarlos, un escalofrío recorrió mi cuerpo y para distraerme de tal escena, recurrí a mi aliado principal, mi dispositivo móvil, el cual conecte al wifi del hospital – gracias a Dios – dije, y comencé a explorar mi página principal en Facebook. Estando en mi otra realidad, note con asombro una noticia sobre aquellas medicinas, creadas para aliviar enfermedades muy fuertes como el cáncer o el Sida. Enfermedades que presumía se encontraban en aquel lugar en el que estaba. Vi esa noticia como un camino de esperanza para los pacientes de aquel lugar, de mi país y del mundo entero.

-Esto puede servirles – pensé, y con gran ánimo leí tal investigación, que no pasaron minutos antes de que terminara. Pero mientras avanzaba, pensamientos de rabia comenzaron a invadir mi mente porque aunque la cura existía, estaba solamente al alcance de quienes ya les rebosaban los bolsillos de dinero. No era envidia lo que sentía, era injusticia. Que el rico se siguiera haciendo más rico y el pobre más pobre, como si los que no nacimos en cuna de oro estuviésemos destinados a ser desdichados e imposibilitados para tener algo bueno en la vida como la estabilidad económica y médica.

-Eso nunca cambiará- me susurró al oído una viejita que estaba sentada detrás de mí, que al parecer tenía una visión perfecta porque hasta lo que me dijo, me dio a entender que vio todo lo que yo leí. –Como todo es negocio, los empresarios y poderosos se preocupan por mantener las billeteras repletas, y los hospitales moribundos – decía con un tono de resignación.

Luego de que terminó de hablar la señora, quien nunca me dijo su nombre, me llamaron, finalmente, para pasar con la odontóloga. Yo no podía sacar de mi cabeza lo que acababa de leer, me parecía una situación tan injusta que mi corazón se estremeció, y quería llorar de la rabia. Dure toda la sesión de extracción de mis dos cordales tratando de llegar a un punto lógico que me permitiera entender tal situación.

- Si los medicamentos fueron creados para una necesidad, ¿Por qué no venderlos a un precio justo y accesible para quienes lo requieren? ¿El interés se coloca por encima del derecho humano? Si el dinero trae consigo poder, ¿Para qué quererlo cuando no existirá gente viva para dominar? – Este pensamiento lo llevé a las redes sociales, luego de salir de la operación con la cara de ardilla que tenía, Obviamente, y las estadísticas que encontré de diversos equipos de investigación periodísticos me dejó impactada pero complementó mi idea, de por sí publique esa noticia que estaba mejor estructurada que lo que apenas comenzaba a escribir.

Tal vez no hice mucho, compartí esa única pero valiosa información en mi Facebook y demás redes con la esperanza de que el mundo se entere de esta realidad, que solo nosotros podemos abrir los caminos que nos han cerrado los poderosos. Y con este pensamiento revolucionario termine mi día, sabiendo que tal vez algún día mi pequeña semilla germine de lo virtual a lo real.

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