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  • Un niño, al momento de ordenar y echar a lavar su ropa, se fijó que solo tenía uno de los pares de calcetines rojos que le regalo su abuela en su cumpleaños, para él eran muy especiales, por lo que ‘se pasó una hora buscando el calcetín rojo’.

  • Mi perro de la infancia tenía como juguete favorito un calcetín rojo, nunca lo soltaba. Hasta que en una ocasión, luego de tanto jalarlo y molestar con él, el calcetín atravesó la puerta del garaje y sin que el perro se diera cuenta, otro perro que por allí pasaba vio el calcetín y se lo llevó. Sin embargo mi perro de la infancia no se dio cuenta de lo sucedido, y como si nada ‘se pasó una hora buscando el calcetín rojo’. 

  • El lavandero, que al descuidar una de las órdenes de ropa que debía lavar se dio cuenta de la falta de uno de los calcetines rojos de la orden. Por lo que inmediatamente se dio cuenta de su falla, ‘se pasó una hora buscando el calcetín rojo’ antes que los dueños de la ropa viniera a recogerla.

  • Una madre de familia en tiempos de navidad, tenía por costumbre de fin de año poner las diversas decoraciones tan tradicionales de su país, sin embargo lo primero que le gustaba colgar era el calcetín rojo que ella misma cosió cuando era más joven. En su mente ella, el año anterior, lo había guardado en la caja de siempre, pero que mala sorpresa se llevó al ver que su calcetín no estaba, y  “Se pasó una hora buscando el calcetín rojo”, por lo que no continuaría la tradición de decorar su casa hasta que no apareciera.

  • Un habitante de calle, recicla y vende las pocas botellas que puede conseguir para subsistir, sin embargo es una persona que se distingue porque es capaz de ahorrar los pocos pesos que entran en sus bolsillos. Para evitar que alguien lo robe, prefiere guardar el poco dinero que tiene en un lugar que nadie se imagina y es uno de los calcetines que una fundación le regaló. Sin embargo, y por olvidadizo, “Se pasó una hora buscando el calcetín rojo”, porque pensaba que había perdido lo poco que tenía, pero en realidad lo que pasó es que el calcetín se lo había puesto en la mañana, pero al estar tan oscuro no se dio cuenta que su dinero nunca se perdió.

No hay nada que emocione más a las madres y abuelas que el tiempo de la Navidad, la oportunidad perfecta para decorar su hogar y lograr un ambiente mucho más familiar. Para Emilia esta época la alegraba, porque los mejores momentos de su vida se dieron en las fechas decembrinas. Cuando era niña tuvo su primer acercamiento a lo que la apasionaría siempre, y esto es todo lo que referente a las agujas e hilos, ese diciembre de 1965 ella haría su primer calcetín rojo. Pero no un calcetín que acompaña un outfit, sino una decoración en memoria de Santa Claus, ese calcetín era el lugar donde estarían los regalos el 25 de diciembre.

Año tras año, Emilia sacaba a relucir con orgullo su tan preciado calcetín rojo, una decoración que se convertiría para ella en su posesión más valiosa y que contaba con un lugar fijo en su hogar. Ese calcetín rojo llamaba la atención por encima de las demás decoraciones, y es que además de ser rojo, tenía incrustaciones de joyas que simulaban el oro y le daban un efecto visual deslumbrante. En cada navidad era imposible no hablar de este bello calcetín, que se notaba era hecho con amor.

En el último año, y días antes de que Emilia se reuniera con su familia, ella comenzó a sacar del cuarto de San Alejo todas las decoraciones para decorar su hogar y principalmente su calcetín rojo. Pero que terrible sorpresa se llevó cuando abrió la caja en la que solía guardarlo y se dio cuenta de que no estaba. Su corazón se entristeció y comenzó a divagar por su mente para encontrar una respuesta lógica. Lo que ella no sabía, es que sus hijos días antes habían escarbado entre sus cosas, y en conmemoración de su cumpleaños, lo mandaron a enmarcar para poder conservarlo mucho más tiempo. Sin embargo su deseo por encontrarlo la llevó a arruinar la sorpresa que sus hijos le habían organizado, pero ella siguió la corriente y montó la decoración como si nada hubiese pasado.

Finalmente llegó el día de su cumpleaños, y aunque ella sabía de antemano lo que contenía el regalo de sus hijos, las lágrimas no se hicieron esperar y el detalle espiritual fue lo que más la impacto, el hecho de que sus hijos valoraran con el mismo afecto su decoración favorita, la llenó de alegría. Así que en realidad, como vemos, nunca perdió el calcetín, aunque si encontró algo más preciado que nunca vio con tal claridad cómo el gran amor y respeto que le tenían sus hijos con algo que en realidad pensaba que solo tenía valor para ella como su calcetín rojo.

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